Objeciones a las Propuestas de “Premios a la Calidad Universitaria” y “Reglamento para la Evaluación del Profesorado”


Objeciones a las Propuestas de  
“Premios a la Calidad Universitaria”
y “Reglamento para la Evaluación del Profesorado”

presentadas por el Excmo. Sr. Comisionado para la Gestión de Calidad y Programas de Innovación y sometidas a audiencia pública hasta el 10 de septiembre de 2004. 


Manuel R. Ortega Girón
Representante del Profesorado en el Consejo de Gobierno

Preámbulo

 

Reconozco el esfuerzo realizado por la Comisión de Calidad,  pero lamento no poder  felicitar a V.E., Sr. Comisionado, por las dos Propuestas que somete a audiencia pública. Tengo el firme convencimiento de que ambas presentan tantas carencias y defectos de forma  y de fondo que no deberían continuar su tramitación para su aprobación por el Consejo de Gobierno.

 Hace justamente un año,  con motivo de la  presentación ante el Consejo de Gobierno del denominado “Nuevo Modelo de Evaluación del Profesorado”,  expresé mi convicción de que no estaba claro ni su  finalidad, ni su alcance,  lo que producía una cierta alarma y desazón entre el profesorado. A la vista de las Propuestas de “Premios a la Calidad Universitaria” y de “Reglamento para la Evaluación del Profesorado”, reconozco que mis temores, no solamente estaban justificados, sino que han sido ampliamente desbordados. 

Apoyaré cuantas iniciativas tengan como finalidad la mejora efectiva de la Calidad de la Docencia, incluidas las concernientes al Control y Evaluación de las Actividades del Profesorado. Sin embargo, entiendo que estas Propuestas, si fuesen aprobadas por el Consejo de Gobierno, producirían un efecto adverso al que se pretende. 

No he presentado sugerencias a las Propuestas; presentarlas implicaría discrepancias sobre pocos o muchos aspectos, con el ánimo de que fuesen mejorados. No es ese el caso. La discrepancia con las Propuestas es total; tanto el enfoque como los medios me parecen realmente desafortunados. 

Objeciones a las Propuestas

 

Resulta pueril e impropio de una Institución Universitaria afirmar que la “Cultura de la Calidad” se puede potenciar mediante un sistema de premio/castigo. Esta idea trasnochada y competitiva parece influenciada, en su versión moderna, por una seudocultura  de concurso televisivo y calcada del “Empleado del Mes” de McDonal’s, donde la dedicación a la empresa se mide por el número de hamburguesas cocinadas o vendidas.  Puede que allí funcione; pero en “esta empresa” nos motivamos (o deberíamos motivarnos) de otra manera.

Puede parecer relativamente sencillo designar el “Centro del Año” y los “Profesores del Año”, máxime cuando se hace subrepticiamente, sin conocimiento ni consentimiento de los beneficiados. La puesta en escena subsiguiente, con imposición de bandas de honor y entrega de cheques gigantes (que se vean bien en los media), parabienes y aplausos (muchos aplausos) puede ser deslumbrante. Cabría pensar que los profesores no agraciados por tales recompensas, que asistan a semejante carnavalada, presos de sana envidia[1], redoblarían esfuerzos para hacerse acreedores de ellas en futuras ediciones. Dudo que eso ocurra, aparte de por razones éticas y estéticas, porque son tantos los parámetros que intervendrían en la designación de “los mejores del año” que lo  fortuito o azaroso, en el mejor de los casos, sería determinante. 

Los resultados de las “Encuestas a los Alumnos” acerca de su grado de satisfacción con el buen hacer del profesor no debería servir en ningún caso para decidir la percepción económica del profesor. Parece que se trata de primar al profesor “guay”, preocupado por agradar, sobre el profesor responsable, preocupado por la formación de sus alumnos. Podemos imaginar las posibles corruptelas, incluidas prevaricaciones difícilmente demostrables, si nuestros ya menguados salarios se viesen amenazados por el albur de unas encuestas. Todo ello contribuiría no a la mejora de la calidad sino a la degradación más infame de la enseñanza universitaria. 

Y, por supuesto, una vez más tengo que incidir en que resulta paradójico, por no calificarlo de alucinante, que la “Excelencia Docente” esté “valorada en conjunción con la labor investigadora y la participación en tareas de gestión, académicas y/o institucionales (sic)”. Además de un nuevo menosprecio de la labor docente, parece que se trata de galardonar siempre a los mismos,… 

En definitiva, en las Propuestas presentadas por el Excmo. Sr. Comisionado de la Calidad, se pretende conseguir unos resultados vistosos, presentables al público, galardonables, … mucha fanfarria, mucho oropel,…frente al trabajo continuo,  silencioso, abnegado, entregado, vocacional,… la verdadera actitud de tantos profesores que nos sentiríamos estafados si prosperasen las Propuestas. 

¿Cuál sería el enfoque correcto?

 

Permítame,  Excmo. Sr. Comisionado, algunas sugerencias acerca de las líneas generales de actuación  para conseguir la Mejora de la Calidad Docente, encaminadas a la detección y corrección de problemas conocidos.  Los detalles correspondientes a la ejecución de estas líneas de actuación deberían establecerlos V.E. y la Comisión ad hoc. Reconozco que no son tan fáciles de poner en práctica como las que nos ha ofrecido en sus Propuestas; requieren mucho más imaginación, esfuerzo y dedicación y los resultados no serán tan gratificantes para los amantes del espectáculo, incluso serán considerados por algunos como una agresión a sus privilegios. 

Expongo: 

  • Realizar un seguimiento del cumplimiento efectivo de las obligaciones docentes que deberíamos tener asignadas de una forma clara, vigilando que los planes docentes sean reales, en lugar de pura ficción como ocurre en demasiados casos.
  • El Excmo. y Magco. Sr. Rector debería de intervenir, no tan solo recordando las obligaciones del profesorado, sino sancionando los casos de incumplimiento, cuando proceda.
  • Reglamentación de las enseñanzas no regladas impartidas por el profesorado que, en no pocos casos, sustituyen a las enseñanzas regladas. La proliferación casi descontrolada de esas enseñanzas no regladas contribuyen en gran medida a la desmotivación del profesorado en el cumplimiento de sus obligaciones primigenias. En particular, el Reglamento debería limitar la participación en enseñanzas no regladas de los profesores que tengan reducción de carga docente para dedicarse a otras actividades académicas ajenas a la docencia y de quienes estén adscritos a departamentos que declaren déficit de profesorado.
  • En lugar de detraer recursos, incrementar los recursos de los Depar­tamentos para el desarrollo de sus funciones docentes, no en función de su participación en los procesos de evaluación y calidad universitaria, sino en función de sus necesidades reales contrastadas.
  • Promover cursos de perfeccionamiento del profesorado en sus respectivas disciplinas y cursos de formación en materias que potencian la labor docente, tales como los usos de las “nuevas tecnologías”; cursos que realmente interesen al profesorado, sin necesidad de recurrir a promesas pueriles de recompensas que atentan contra la dignidad profesional.
  • Dignificar el desempeño de la docencia, sin necesidad de entreverarla con otras actividades, dignas, pero ajenas a la misma, particularmente el desempeño de cargos académicos.
  • Recuperar el poder adquisitivo del profesorado universitario, con sueldos semicongelados desde hace demasiado tiempo, consolidando los complementos autonómicos, que ha llevado a algunos (quizás demasiados) a buscarse “complementos” en detrimento de su actividad académica.

Básicamente, las líneas de actuación anteriores se reducen a una: 

Promover la “Cultura de la Responsabilidad”; puesto que la capacidad docente se nos supone, de ésta se derivará de forma natural la “Cultura de la Calidad”. 

Que se inspira en un principio básico: 

Si al profesor se le considera como un profesional responsable, posiblemente responderá como un profesional responsable; si se arbitran medidas propias de un parvulario,… Dios nos coja confesados. 

Por supuesto que este principio no será aplicable en algunos (quizás, muchos) casos, incluso estableciendo los controles y seguimientos oportunos; no nos preocupemos por ello, se trata de los casos manifiestamente irrecuperables cualquiera que sea la metodología que se aplique. 

Un cordial saludo 

En Córdoba,  a 10 de septiembre de 2004


 

[1] La envidia, como el colesterol, puede ser buena o mala.